“Consulta del Reverendísimo Padre
Maestro Sobrecasas al Rey Nuestro Señor”, en Semanario Erudito que comprende
varias obras inéditas, críticas, morales, instructivas, políticas, históricas,
satíricas, y jocosas de nuestros mejores autores antiguos y modernos. Dalas a
luz don Antonio Valladares de Sotomayor, Madrid, 1789, tomo XXIX,
pp. 177-199.
"La guerra de España contra Francia es justísima por los tres principios que prescriben los teólogos con Santo Tomás, esto es: autoridad pública, justa causa e intención recta. Pues es notoria la pública potestad, es constante la justicia en el resarce y vindicación de los agravios que ha padecido España con la perjura infidelidad de franceses tomando a Luxemburgo, inquietando, con el pretexto de los padrones y confines limitáneos, la provincia y plaza de Namur y devastando los países de Flandes, Cerdeña y el Ampurdán con hostilidad sangrienta, contra el derecho de la paz jurada. La intención recta es muy clara, pues viéndose España amenazada del poder vecino de Francia en las dos fronteras de Navarra y Cataluña, y teniendo costosas experiencias de sus invasiones aceleradas y repentinas, rectifica España la intención con la natural defensa y con la justa recuperación de las plazas perdidas. No pretende España con la guerra alentar y promover las fuerzas de los hugonotes y calvinistas ocultos de la Bretaña, Guyena y Normandía, ni aumentar el poder de los herejes de Inglaterra y Holanda; sólo mira España la inculpada tutela de su causa pública, que tiene por fin el resarce de sus derechos, siendo fuerza de su intención cualquiera otra consecuencia de daños, pues la intención recta militar se define en el deseo de promover el bien y evitar el público mal, que se verifica en las máximas de España, cuya prudencia monárquica no se desregla con la ansiosa y violenta ambición de otros reinos, y asida segura y pacífica vecindad con su dominio a los reinos comarcanos”
----------------------------------------------------------------
Nos encontramos
ante un texto histórico de carácter subjetivo, ya que se trata de una consulta,
un dictamen que en la Edad Moderna consejos, tribunales u otros cuerpos o
individuos daban por escrito al rey sobre un asunto que requería su real
resolución. En este caso concreto el dictamen estaría dado por un individuo, el
Padre Maestro Sobrecasas, quien responde al monarca español, Carlos II, con su
parecer sobre la justificación que se debía adoptar frente a las hostilidades
francesas. No debemos olvidar señalar que con su inclusión en una publicación
periodística de finales del siglo XVIII la naturaleza y consideración de dicho
texto fueron modificadas. Este aspecto es aun más reseñable dada la orientación
y objetivos del Semanario Erudito.
En el escrito,
Sobrecasas adopta un estilo impersonal y burocrático propio de un documento
oficial, por ejemplo un tratado o la correspondencia con otra nación; ello es
claramente apreciable en el empleo como sujeto de la narración de “España”
("…pues viéndose España amenazada del poder"; "…rectifica
España…"; "sólo mira España la inculpada tutela") y en el
uso de argumentos racionales (“La guerra de España contra Francia es justísima
por los tres principios que prescriben los teólogos…”) si bien no puede dejar
de emplear ocasionalmente el recurso al sentimiento presente en adjetivos como
“sangrienta”, “ansiosa” o “violenta”.
En cuanto al
autor, lo hemos podido identificar con Francisco Sobrecasas. Las principales
noticias sobre su persona nos las ofrece la Enciclopedia Espasa (1966: t. LVI,
p. 1167). Siguiendo a ésta, Francisco Sobrecasas fue un prelado español nacido
en La Puebla de Alfinden y muerto en 1698. Tomó el hábito de Santo Domingo en
el convento de Zaragoza, y después de haber sido examinador sinodial de los
arzobispados de Toledo y Zaragoza y predicador de Carlos II, fue presentado por
el monarca para la archidiócesis de Caller (Cerdeña), en la que dejó gratos
recuerdos de su vigilancia pastoral y de su beneficencia. Entre sus obras se
cuentan un buen número de sermones impresos escritos con motivo de
celebraciones religiosas o civiles así como varios manuscritos. Nos encontramos
por tanto, a tenor de su biografía, ante un personaje inmerso en los
acontecimientos de la época, con una educación en esencia escolástica debido a
su formación monacal, y cercano a la corte y los intereses del monarca, no sólo
como predicador real –una codiciado cargo cuyo fin era difundir en la sociedad
española los postulados ideológicos emanados desde la monarquía- sino también como
consejero del rey al que éste realiza consulta sobre temas delicado como el que
nos ocupa y que le valió como recompensa un obispado en Cerdeña.
Respecto a la
datación de dicho escrito lo podemos situar en fechas inmediatamente
posteriores a 1694, posiblemente ese mismo año, debido a que Francisco
Sobrecasas referencia en su Consulta una serie de episodios pertenecientes a la
Guerra de los Nueve Años y a sus desencadenantes que enfrentó entre 1688 y 1697 a la Francia de Luis
XIV contre la Liga de Augsburgo, coalición formada por Inglaterra, Austria,
España y las Provincias Unidas; así se nombran en las líneas 5-7 diversas
agresiones del país galo a posesiones hispanas: la anexión de la ciudad libre
de Luxemburgo en 1684, la política de las “reuniones” desarrollada por Luis XIV
(“…inquietando, con el pretexto de los padrones y confines limitáneos…”), la
captura de Namur, ciudad de Valonia, en 1692 (“…la provincia y plaza de Namur…”)
o la invasión de Cataluña desde 1690 y, en concreto, la conquista de Gerona en
1694 (“...devastando los países de Flandes, Cerdeña y el Ampurdán…”).
En cuanto a su
destinatario, se trata de Carlos II El Hechizado (1661-1699). Hijo de Felipe
IV, fue el último monarca de la casa de los Austrias en España. De naturaleza
débil y enfermiza, no tuvo descendencia y testó a favor de Felipe de Anjou,
nieto de Luis XIV de España. A su muerte se desencadenó la Guerra de Sucesión.
En el fragmento
estudiado, fray Sobrecasas aconseja a Carlos II sobre el tipo de respuesta que
a nivel jurídico y diplomático debía adoptar la monarquía hispánica frente a su
participación en la guerra de los nueve años como enemiga de Francia no sólo en
sus relaciones con las otras potencias europeas sino también para con sus
propios súbditos que podían cuestionar la contradicción existente en la
inclusión de España en la liga de Augsburgo en la que militaban estados
protestantes y la defensa real de los principios del catolicismo. Sobrecasas
excusa la alianza de la monarquía española con príncipes protestantes en base a
varios argumentos. A lo largo del texto el aragonés presenta esta la entrada de
España en la guerra como una razón de estado que entiende este conflicto como
una guerra defensiva destinada a conservar la integridad territorial; al ser
una razón de estado la tradicional defensa de catolicismo o la animosidad
contra los protestantes se obvian en función de un interés superior. Para ello bebe
del concepto medieval de guerra justa teorizada por Santo Tomás de Aquino,
célebre “autorictas” dominico italiano del s. XIII, en su magna obra Summa
Theologica y desarrollado con posterioridad junto con otros conceptos de honda
trascendencia como derecho natural o bien común en el campo del incipiente
derecho internacional por teólogos españoles del XVI como Ginés de Sepúlveda,
Francisco Suárez o Vitoria entre otros ("…por los tres principios que
prescriben los teólogos con Santo Tomás…").
El religioso da
peso a estos tres principios ilustrándolos con experiencias pasadas de las
relaciones españolas con Francia. El primer principio, “autoridad pública”, es
decir, la persona (el príncipe o el Estado) sobre la que recae la competencia
para declarar la guerra, sólo es nombrado ya que se da por sobreentendido
debido al destinatario del documento.
En cuando a los
otros dos, el religioso abunda más en ellos. El segundo principio, “justa causa”,
entendida como el derecho a castigar o vengar una injuria o una agresión, es
explicado por el religioso recordando pasadas agresiones francesas a los
territorios españoles y de sus aliados sin que precediera declaración previa ni
se le reconociese derecho para la guerra al existir tratados de paz (“el
resarce y vindicación de los agravios que ha padecido España con la perjura
infidelidad de los franceses… con hostilidad sangrienta, contra el derecho de
paz jurada”). Sobrecasas aprovecha esta segunda condición para presentar la
participación española en este conflicto como resultado de una guerra defensiva
encaminada a conservar la integridad de sus territorios de la ambición
imperialista gala (“rectifica España la intención con la natural defensa y con
la justa recuperación de las plazas perdidas…”).
La tercera
condición tomista esgrimida es la “intención recta” definida como la obligación
de los beligerantes de promover el bien y evitar el mal, es decir, que
emprendan una guerra no por codicia sino por el deseo de la paz. Sobrecasas
aprovecha esta condición para incidir de nuevo en el carácter defensivo del belicismo
español y se detiene a explicar que España no busca en este conflicto ni
beneficios territoriales ni religiosos, sólo la recuperación de los territorios
que la pertenecen por derecho con la que Europa recuperara la paz perdida –el
bien tomista-. Sobrecasas también hace referencia en este último principio a la
incoherencia nacida entre una monarquía que defiende el catolicismo y su
colaboración con príncipes protestantes en la guerra contra un príncipe
católico saliendo al paso de las futuras críticas vertidas por la propaganda
francesa –de ahí la minuciosa referencia a los “calvinistas ocultos de la
Bretaña, Guyena y Normandía”- y también por sus propios súbditos; el religioso
aragonés niega rotundamente que dicha guerra tenga por objetivo favorecer a los
protestantes y se excusa de nuevo en el carácter defensivo adoptado por España
y su búsqueda de la “segura y pacífica vecindad con su dominio a los reinos
comarcanos”, o sea, de la paz.
Aunque este
texto estaba destinado a una reducida audiencia personada en el monarca y sus
más allegados, su redacción es un elocuente exponente de la publicística hispana
producida durante la Guerra de los Nueve Años y estudiada por Antonio Espino.
Según éste (1992: 175) la impresión de numerosos libelos durante estos años
respondió a dos factores: “por un lado, la justificación de la guerra por el
interés común frente a la ambición francesa y su deseo de alcanzar la Monarquía
Universal, y, por otro lado, la defensa de que aquella guerra no era de
religión, siendo lícita, entonces, la unión de católicos y protestantes frente
al enemigo común…”.
Finalmente,
entre otros aspectos interesantes de la Consulta del Padre Sobrecasas cabe
citar su inclusión por el periodista Antonio Valladares dentro del Semanario
erudito. Para Ramón Baldaqui (1984: 339-386) se trata de una publicación con
una marcada ideología regalista. Este pensamiento tenía por objeto el
reforzamiento del poder real mediante la atribución al monarca del mayor número
de competencias en materia eclesiástica. Es de presuponer que la inclusión de
la Consulta obedeció a una relectura de la misma en la que no se valoraba el
tipo de justificación de la participación española en la Guerra de los Nueve
Años sino que en ella se demostraba que con anterioridad ya se habían desplazado
los intereses religiosos a un factor superior, la razón de Estado, precisamente
el objetivo perseguido por el regalismo carolino.
El valor del
texto de Sobrecasas reside no tanto en la argumentación empleada –una muestra
más de la pervivencia de la escolástica en el pensamiento hispano ajeno a las
novedades intelectuales europeas- sino porque nos permite estudiar la adopción
por parte de la monarquía hispánica de un nuevo discurso en las relaciones
internacionales marcado por una progresiva estatalización tendente a subordinar
los intereses religiosos a los de Estado; la defensa de las Cristiandad
presente en los reinados de los Austrias anteriores había quedado atrás. Este
discurso presagia la nueva diplomacia del siglo XVIII que en España vendrá
significado por el cambio de dinastía. Hay que destacar asimismo que la Consulta
es un exponente muy claro de la propaganda aliada desarrollada durante la
Guerra de los Nueve Años en contra del imperialismo galo así como un revelador
ejemplo de mecanismos de gobierno operativos con los Austrias.
Bibliografía:
ÁLVAREZ LÓPEZ,
Ana. Los negocios de Luis XIV en Madrid: La acción de sus embajadores en la
corte madrileña en Revista de historia moderna, nº 25, 2007, pp. 179-206.
BAQUÉS QUESADA,
Josep. La teoría de la guerra justa: una propuesta de sistematización del “ius
ad bellum”. Editorial Aranzadi, 2007, en especial, Cap. 2: De santo Tomás a los
clásicos (Vitoria, Grocio, Vattel), págs. 55 y ss.
BALDAQUÍ
ESCANDELL, Ramón. El regalismo en el Semanario Erudito de Valladares, en Revista
de Historia Moderna, nº 4, 1984, pp. 339-386. - Descarga disponible en el
repositorio de la Universidad de Alicante.
BARROS VAN
BUREN, Mario. El derecho a la guerra / La teoría de la guerra justa según los
escolásticos clásicos. Santiago de Chile, 1959.
ESPASA. Enciclopedia
universal ilustrada europea-americana, t. LVI, ed. Espasa-Calpe, 1966, pág. 1167,
entrada “SOBRECASAS, Francisco”.
ESPINO LÓPEZ,
Antonio. Publicística y guerra de opinión. El caso catalán durante la guerra de
los nueve años, 1689-1697 en Studia Historia. Historia Moderna, nº 14, 1992,
págs. 173-189.
MARTÍNEZ
ARANCÓN, Ana. La visión de la sociedad en el pensamiento español de los siglos
de Oro, UNED, 1987, en especial, cap. IV: Principios de actuación política
(págs. 51 y ss.); Cap. V: Política y religión (págs. 63 y ss.) y Cap. VII: La
guerra y la paz (págs. 93 y ss.).
RIBOT, Luis. Las
guerras europeas en la época de Luis XIV (1661-1715) en FLORISTÁN, Alfredo
(coord..), Historia Moderna Universal, Ed. Ariel, 2011, cap. 20, págs. 476 y
ss.
SCHAUB,
Jean-Fréderic, La Francia española: las raíces hispanas del absolutismo francés,
Ed. Marcial Pons, 2004.
Magnífico comentario, centrado, usto, equilibrado; con una exposición acertada sobre la situación en que vive España en esos momentos por la insanía de un hombre como Luis XIV de Francia que finalmente se vé abocado por susu propias culpas a 40 años de luchas y sufrimiento para no conseguir demasiado. Se gano la enemistad de todo elcontienente y perdió, creo, más que ganó.
ResponderEliminar