domingo, 10 de marzo de 2013

Recensión Francisco Tomás y Valiente: "Los validos en la monarquía española del siglo XVII"

Madrid: Siglo XXI de España Editores, 1982
- Autor

Francisco Tomás y Valiente[1] fue un reputado jurista e historiador español. Nacido en Valencia en 1932 en el seno de una modesta familia, se licenció en Derecho por la Universidad de Valencia (1950-1955) en la que comenzaría su carrera profesional como profesor de Historia del Derecho Español, puesto que ocuparía asimismo en Madrid. En 1964 ocuparía por oposición la Cátedra de Historia del Derecho Español en la Universidad de La Laguna así como con posterioridad en las universidades de Salamanca y la Autónoma de Madrid. En esta última compaginaría su labor docente con el cargo de magistrado del Tribunal Constitucional. Desde 1989 fue miembro de número de la Real Academia de Historia. En 1995 sería nombrado Consejero de Estado. En 1996 fue asesinado en su despacho por un terrorista de ETA. Ha recibido numerosos homenajes póstumos.

Interesado en historia del derecho penal, en la década de los 60 amplía su investigación a las instituciones político-administrativas de la Monarquía absoluta y del Estado liberal. Influido por la teoría e historiografía marxista, se sitúa en las corriente renovadora de la historiografía jurídica, abierta a la “historia social”, orientándose en los años ochenta hacia la nueva especialidad de la “historia constitucional”. Fue colaborador habitual en varios periódicos como Las Provincias de Valencia, Diario 16 o El País.

Entre sus principales obras se cuentan Los validos en la monarquía española del siglo XVII (Estudio institucional) (1963); El Derecho Penal de la Monarquía Absoluta (Siglos XVI-XVII-XVIII) (1969); El marco político de la desamortización en España (1971); La venta de oficios en Indias, 1492-1606 (1972); Gobierno e instituciones en la España del Antiguo Régimen (1982); Código y constituciones. 1808-1978 (1989); Constitución: escritos de introducción histórica (1996); etc.

Igualmente hemos de destacar como fruto de su actividad docente e investigadora su participación en distintas ediciones facsímiles como el Estudio preliminar a Pedro Rodríguez de Campomanes en el Tratado de la Regalía de amortización (Madrid, 1975) así como su colaboración en la Enciclopedia de Historia de España dirigida por Miguel Artola (Madrid, 1988) o en distintas obras colectivas. Autor de síntesis y obras de divulgación, su Manual de Historia del Derecho Español, en el que atribuye una gran importancia a la historia del constitucionalismo español ha formado a varias generaciones de estudiantes del Derecho.

 - Lectura y comentario del libro
TOMÁS Y VALIENTE, Francisco: Los validos en la monarquía española del siglo XVII: Estudio institucional, Madrid: Siglo XXI de España Editores, 1990, 2ª edición, 214 págs. 
Madrid: Siglo XXI de España Editores, 1990
Francisco Tomás y Valiente inicia su ensayo sobre los validos con un breve prólogo (pp. 1-3) en el que señala los objetivos que persigue con dicha obra –el estudio de los validos desde un punto de vista institucional - así como la estructuración de la misma para a continuación indicar los archivos consultados (Simancas, Palacio Real, Biblioteca Nacional, etc…) y los agradecimientos. Finalmente, y con motivo de la publicación de la segunda edición de su obra, se muestra satisfecho con su aportación y aprovecha para detallar al lector algunas de las modificaciones con respecto a la edición original que en lo básico se reducen a incorporar las últimas aportaciones bibliográficas y a reforzar algunas de sus teorías. Podemos distinguir en la presente obra cuatro apartados claramente diferenciados. 

En el primer apartado (pp. 5-31) Tomás y Valiente describe el advenimiento y caída en desgracia de los validos objeto de estudio (Lerma, Uceda, Olivares, Luis de Haro, Nithard y Valenzuela) junto con algún episodio relevante para la posterior comprensión de la personalidad institucional del valido como es la cédula de Felipe III de 1618 en la que equiparaba la firma de duque de Lerma con su la suya. 

El segundo apartado (pp. 31-67) presenta una nueva interpretación de los validos tras rechazar la por incompleta la explicación tradicional de su presencia. Para Tomás y Valiente, dos son los requisitos que definen a un valido: la relación de íntima amistad con el monarca y la intervención directa en el gobierno. A continuación, el profesor Valiente rechaza por simplista la tradicional justificación de la presencia de los validos en el siglo XVII en base a un criterio psicologista: la indolencia y afición al ocio de los últimos Austrias. Para ello cita una serie de episodios que descartan que la aparición de los validos obedezca exclusivamente a la escasa disposición al trabajo de estos monarcas; por ejemplo, los arrepentimientos de última hora de Felipe III o el testamento de Felipe IV; igualmente, el autor, unas líneas más adelante, vuelva a rechazar la explicación psicologista debido a que ésta presupone que validos y monarcas forman un todo homogéneo cuando entre ellos existen profundas diferencias tanto en sus perfiles psicológicos y políticos como en los motivos que empujaron a cada monarca a confiar en un valido: frente a un Lerma elegido por Felipe III por ser el cortesano que más le agradaba, Olivares fue elevado a la consideración de valido por su capacidad de trabajo y dotes de gobierno. En páginas posteriores Valiente centra su atención en desarrollar su interpretación sobre los validos. Comienza su explicación repasando el papel cumplido por las distintas instituciones organizadas en torno al soberano que conformaban el gobierno de la monarquía hispánica –consejos y secretarios reales- y entre las que se insertaran los validos. A continuación, Valiente explica la aparición y permanencia de los validos. El reinado de Felipe III así como la privanza del duque de Lerma marcan la aparición del valido dentro del organigrama institucional de la monarquía hispánica; un valido que subordina a los secretarios de Estado asumiendo en su haber tres aspectos de su labor: 1) sus responsabilidades como secretarios del Consejo de Estado; 2) su conocimiento de la correspondencia y peticiones de mercedes dirigidas al rey y 3) el “despacho a boca” entre secretario y soberano. Pese a esta asunción parcial del papel de secretario, el valido se muestra más cercano al papel de gobernante que al de estos funcionarios de carrera debido principalmente a tres circunstancias personales: su ambición política, su pertenencia a la alta nobleza y su íntima amistad con el monarca. Esto implica que la aparición de la consideración o cargo de valido o privado debe interpretarse a juicio de Tomás y Valiente y aquí radica uno de los puntales de la originalidad de su obra como un intento nobiliario de asaltar los más altos escalones político-administrativos arrebatándoselos a los letrados y pequeños hidalgos. Para sostener esta tesis, dicho autor analiza minuciosamente la evolución de la nobleza y de su posición política desde la Baja Edad Media y relaciona la aparición de los validos dentro del neofeudalismo o refeudalización europea del siglo XVII, concepto histórico desarrollado por Max Weber, que designa la fusión entre los intereses y funciones publicas y privadas; por ello los validos serían una manifestación más de este fenómeno junto con la venta de cargos o la creación de señoríos a partir de la apropiación de propiedades reales. Tomás y Valiente finaliza la exposición de este capitulo analizando cual puede ser la causa de la consolidación y pervivencia del cargo de valido a lo largo del XVII. Para el profesor valenciano, el valido se integraría dentro del sistema retórico de símbolos y mitos que envuelven y legitiman al monarca funcionando como “chivo expiatorio” del monarca frente a la opinión pública; ello implica que todo estado de opinión y crítica adversa al gobierno de la monarquía serían dirigidas hacia el valido a quien se le responsabilizaría de todos los males y desgracias ocurridas mientras que la imagen real permanecería inalterada y al margen de tal desgaste político. 

El tercer apartado (pp. 69-115) está dedicado al estudio de la actividad de los validos en el gobierno y al proceso que llevó a la configuración oficial del valido. Partiendo de este objetivo, Tomás y Valiente descarta la exposición cronológica y procede a diferenciar entre aquellos validos que poco o nada aportaron al desarrollo institucional del valido frente a los que si que participaron activamente. En el primer grupo se cuentan el duque de Uceda quien debido a los recelos de Felipe III hacia el cargo de valido tras su experiencia con Lerma y a su corto periodo de privanza no dejó de ser un simple favorito del monarca que goza de la influencia que situación de intimidad le proporciona pero que no llegó a actuar nunca o casi nunca en nombre del rey ni a ser el centro rector de los consejos; así como el padre jesuita Nithard quien no llegó a ejercer un puesto directivo en la monarquía limitándose a ser uno más de los consejos gracias a los títulos de consejero de estado e inquisidor general. En este último caso el testamento de Felipe IV que establecía un consejo de gobierno junto con una opinión pública hostil a su persona y afecta a Juan José de Austria dificultaron su existencia como valido. A continuación Tomás y Valiente procede a estudiar la actividad de aquellos validos que si contribuyeron a desarrollar la personalidad institucional del valido hasta llegar a la concesión del título de primer ministro. Por ello se detiene en el duque de Lerma, el conde-duque de Olivares, Luis de Haro y Valenzuela analizando las funciones que desempeñaros y sus relaciones con otras instituciones. Respecto a Lerma, el primer valido de Felipe III está presente tanto en los negocios particulares (mercedes) como en los asuntos de gobierno. En su relación con los consejos, se configura en su centro director; Lerma es, y no el monarca, quien solicita una consulta sobre un problema y a quien se le informa de todos los asuntos de estos organismos. En su desempeño de tal consideración –pues todavía no podemos hablar propiamente de puesto o cargo oficial-, el duque-cardenal no emplea ningún titulo legitimando su posición bajo la falsa declaración de estar actuando bajo ordenes orales del monarca. Con el conde-duque de Olivares asistimos a una nueva fase en la evolución del valimiento. El valido de Felipe IV marca desde el principio una serie de diferencias con su predecesor. En su relación con el monarca establece una colaboración y una división del trabajo a diferencia de la sustitución personal del monarca impuesta por Lerma. Otra diferencia la encontramos en la distribución de las mercedes. Frente a un Lerma deseoso de acaparar tal función, encontramos a un Olivares que se desentiende debido, a juicio de Tomás y Valiente, a que tal faceta de su trabajo era propia del oficio de valido, consideración oficial que el conde-duque desdeñaba ya que pretendía el titulo de ministro pues frente a la legitimación de su posición en base a su íntima amistad con el monarca, pretende con dicho titulo alcanzar rango oficial. Este deseo de Olivares marca un cambio en el enfoque sobre la figura del valido. Olivares preparó el camino para conseguir dicho objetivo; así se nombró consejero de Estado y fue acumulando otros títulos como Canciller Mayor y Registrador de las Indias o Lugarteniente General. Sin embargo, y pese a usar la consideración de ministro, en varios documentos, no se conoce que se produjera tal nombramiento. Con Luis de Haro el puesto de valido entra en una nueva dimensión debido a dos circunstancias: por un lado, las reticencias de Felipe IV a confiar el gobierno en otra persona ajena a si mismo debido a las criticas surtidas a la monarquía durante la privanza de Olivares; y por otro, la discreción del nuevo valido. Pese a estos dos obstáculos para la institucionalización de la figura de valido, es con Luis de Haro cuando este cargo adquiere reconocimiento oficial al ser comprendidas sus funciones de gobierno, todavía no muy bien definidas, bajo el titulo de Primer Ministro del Rey. A partir de ahora el privado no necesitará legitimar su posición en su relación con el monarca sino que en su cargo oficial. Con Valenzuela hemos de distinguir dos etapas: la primera se desarrolla durante la minoría de edad de Carlos II en la que su creciente intimidad con la regente Mariana de Austria le permitió ir acumulando honores y ti bien su nula intervención en la dirección del gobierno le sitúa más como simple favorito que como valido. Sería con la mayoría de Carlos II cuando alcanzaría el nombramiento de Primer Ministro, con superior rango a todos los demás altos cargos político-administrativos de la monarquía. A juicio de Tomás y Valiente, este nombramiento en el que se detallaban y fijaban las funciones propias y especificas así como sus limites de este cargo simboliza la culminación de la institución de la figura del valido. Con Valenzuela culmina la línea evolutiva iniciada por Lerma y marcada por la inclinación a remarcar los aspectos externos del valimiento. Los gobiernos nobiliarios que siguieron a la caída en desgracia de Valenzuela frenaron esta evolución al eliminar tanto la consideración de valido como el título de primer ministro. La diversificación posterior de los secretarios de Despacho y la racionalización administrativa implantada por Felipe V darían el carpetazo definitivo a la figura del valido como alternativa de gobierno. 

Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1963
El cuarto apartado (pp. 117-154) contempla la opinión coetánea sobre los validos. El autor empieza por analizar la postura de la nobleza y del pueblo ante los privados. Por lo general, la alta nobleza envidió el poder del valido y ambicionó suplantarlo por lo que nunca ataca la institución en si, sólo a los personajes que ocupaban tal puesto. La alta posición nobiliaria de la mayoría de los validos imposibilitó de raíz una oposición colectiva de la nobleza que sólo llego a manifestarse en los casos de Nithard y Valenzuela, en cuya caída influyeron no sólo intereses políticos sino también de clase. Respecto al pueblo, cuya opinión podemos conocer a través de los múltiples panfletos anónimos, en general, odiaba no sólo a la persona elegida como valido sino también al cargo. Después de determinar la posición de la nobleza y el pueblo respecto al valido, Tomás y Valiente profundiza en la opinión de los escritores políticos de la época sobre el valimiento mediante la lectura y detallado análisis de sus obras. El catedrático valenciano explica la dificultad de clasificar mediante un criterio tipológico o cualitativo las obras políticas de los validos debido a su gran diversidad –podemos encontrar desde escritos panfletarios de ínfima calidad y memoriales hasta ensayos de talla erudita- por lo que se decide por un criterio temático. Siguiendo a Tomás y Valiente, se dibujaron tres grandes líneas de opinión sobre el valimiento: 1) quienes, como Solórzano o Martínez de Herrera, defienden la conveniencia del valido en su papel de auxiliar, consejero y amigo del monarca; 2) algunos que no se oponen a la existencia de un valido pero inciden en que su poder siempre ha de ser inferior al del monarca; 3) otros, caso de Quevedo y Saavedra y Fajardo, que rechazan el puesto del valido debido a que perjudica a la monarquía; 4) por último, aquellos escritores (Portocarrero, fray Juan de Santamaría,…) que desarrollan las virtudes del buen o perfecto valido –principalmente la capacidad de trabajo- y que intercalan estas reflexiones con otras en las que detallan consejos y advertencias que permitirán a los validos sobrevivir en el cargo. 

En páginas finales, Tomás y Valiente incluye junto con el omnipresente índice tres herramientas de consulta de gran utilidad para aquellos lectores que deseen profundizar, rebatir o apoyar algunas de las tesis defendidas por el autor: en primer lugar, unos apéndices documentales donde transcribe y cita fragmentos de distintos documentos manuscritos (cartas, procesos judiciales, nombramientos, relaciones, consultas,…) extraídos fundamentalmente del Archivo de Simancas y de la Biblioteca Nacional; en segundo lugar, un relación bibliográfica dividida entre fuentes coetáneas a la época estudiada y contemporáneas; y por último, un índice onomástico. 

- Valoración personal

La obra de Francisco Tomás y Valiente significó en el momento de su publicación (Madrid, 1963) un soplo de aire fresco con respecto a estudios anteriores porque fue la primera monografía que estudiaba de forma sistemática y científica el cargo de valido, hasta entonces citado de forma secundaria a través de quienes lo desempeñaron lo que supuso una revalorización de su papel en el gobierno y contribuyó a una mejor comprensión de los reinados de los últimos Austrias. Por otro lado, los presupuestos desde los que escribió la obra se diferenciaban sustancialmente de los estudios coetáneos sobre el periodo de los Austrias; si hasta entonces los gobiernos de los últimos Austrias habían sido abordados desde una perspectiva casi biográfica, Tomás y Valiente descarta el dato biográfico en favor de un estudio de su personalidad institucional, objetivo en el que resuenan ecos del amor de F. Braudel y la generación de Annales por las estructuras en detrimento del acontecimiento: por qué apareció la figura del valido, qué requisito reunían, qué funciones desempeñaron, cuales fueron sus relaciones con el resto de instituciones de gobierno, etc. Para ello se apoya en el trabajo en archivos, el recurso a la lectura de la literatura política de la época e incorpora teorías como la neofeudalización de filósofos de la historia como Marx o Weber. De la calidad y vigencia de su obra habla la rápida aceptación de sus tesis por la historiografía posterior; por ejemplo, he podido localizar en distintas obras de consulta y especializadas referencias a algunas de sus tesis, caso de su interpretación de la aparición de los validos como parte del asalto nobiliario a los más altos escalones político-administrativos de la monarquía y su rechazo a la interpretación psicologista precedente, o de los requisitos distintivos que reunían los validos (alta posición social, relación de amistad con el monarca,…). Es el caso del historiador Antoní Simón Tarrés quien en su colaboración sobre el reinado de Felipe III en el tomo III del Manual de Historia de España publicado por Historia 16 (Madrid, 1991), al tratar sobre la aparición de los validos se apoya principalmente en nuestro autor. La calidad del pensamiento de Tomás y Valiente vuelve a insinuarse cuando algunas de sus ideas sobre los válidos apenas esbozadas en su estudio son desarrolladas en extenso por autores posteriores; así ocurre cuando nuestro autor comenta entre las circunstancias que prepararon el escenario para la aparición de los validos la inoperatividad y lentitud del sistema de consejos que hicieron necesario nuevas alternativas de gobierno. Esta idea sería desarrollada con mayor profundidad por los estudios de Patrick Williams (1986) y Antonio Feros (1988). Por otro lado, y para subrayar aun más la repercusión del trabajo de nuestro autor, permítanme recordar las palabras que el hispanista Sir John H. Elliott dedica al profesor valenciano; así, en su autobiografía como historiador Haciendo Historia de reciente publicación, no duda en afirmar comentando los precedentes a su biografía sobre el Conde-Duque de Olivares que el “distinguido historiador del derecho español Francisco Tomás y Valiente” había publicado en 1963 “un estudio institucional pionero sobre el valido como figura central en el gobierno de España del siglo XVII” (2012: 130). Sin embargo, la obra de Tomás y Valiente empieza a acusar los años y recientes investigaciones han minimizado o criticado algunas de las posturas de nuestro autor; es el caso de Rafael Valladares, investigador del CSIC que está investigando sobre Luis de Haro. Sus investigaciones le han llevado a afirmar que Luis de Haro no actuó como valido ni pudo llegar a serlo contradiciendo las afirmaciones vertidas por el catedrático valenciano. Igualmente, entre otras críticas a la obra de Tomás y Valiente, se cuenta la de un cierto presentismo, que le hace ver desde la perspectiva histórica que el proceso de institucionalización del cargo de valido fue algo inevitable, casi unidireccional. Por último, permítanme señalar que Tomás y Valiente tiene otra virtud y es la de la exposición clara y didáctica pero sin perder el tono científico. La lectura de su obra no se llega a hacer excesivamente pesada y nunca entra en circunloquios y farragosas repeticiones de ideas tan desgraciadamente frecuentes en numerosas obras de especialista. Lo dicho, un ejemplo de profesionalidad y buen hacer para aquellos que queremos dedicarnos profesionalmente al estudio de la Historia.

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[1] Una pormenorizada biografía en PEIRÓ MARTÍN, I. y PASAMAR ALZURIA, G.: Diccionario Akal de Historiadores españoles contemporáneos, Madrid: Ediciones AKAL, 2002, pp. 618-619, entrada “TOMÁS Y VALIENTE, Francisco”. Citar asimismo SARIÑENA, M.: Historia del Derecho y sentido común: la obra de Francisco Tomás y Valiente y el oficio del historiador en Historia Social, nº 38, 2000, pp. 141-160.


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*** La presente recensión forma parte de una serie de trabajos prácticos elaborados para superar la asignatura "Historia Moderna de España: 1480-1665" en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Haced buen uso de la misma y no os olvidéis de citar la fuente. ***

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