jueves, 22 de mayo de 2014

"Haber sido dicho fuego muy fuerte y voraz". Un desconocido incendio en el Real Convento de San Felices (1698)

  Desde mi personal experiencia, los fondos de protocolos notariales son, quizá, frente a otros archivos como los parroquiales o estatales (con unos contenidos de carácter más lineal y predecible), una fuente constante de sorpresas en forma de testimonios inéditos que rompen con la monotonía burocrática que, en esencia, caracteriza este tipo de fuentes; una serie de documentos que alegran la jornada al investigador y le retiran cuanto menos momentáneamente del estrés y del aburrimiento. Si bien el grueso de los protocolos son una continuada serie de trasmisiones de bienes (bien por arriendo, bien por venta), testamentos y poderes, por citar el tipo de documentos más frecuentes, el carácter legalista de los documentos queda desdibujado cuando asoma el lado humano de sus productores, bien por peticiones, explicaciones de sus actos o protestas. En otras ocasiones, los escribanos, al compaginar su trabajo propiamente notarial con su empleo en órganos municipales o de la administración estatal, entre sus protocolos aparecen insertos otro tipo de relatos totalmente diferentes (pesquisas por robos o asesinatos, pleitos, documentos de rentas, etc). El siguiente documento estudiado es un claro ejemplo de esta imprevista variedad en estos archivos.

  En septiembre de 1698 un repentino y feroz incendio se declaró en el convento de las monjas calatravas de San Felices, sito en el barrio de la Vega, asomado a la actual calle Madrid, y, en la actualidad, desaparecido bajo la piqueta del progreso urbanístico. La magnitud de los daños y la administración real que pesaba sobre los maestrazgos de la Orden de Calatrava (recordar que este convento se intitulaba "Real") motivó el interés de la corte madrileña y, en especial, del secretario del Consejo de Ordenes, moviendo al entonces corregidor de Burgos, el I Conde de Santa Cruz de los Manueles, a elaborar un informe valorando los daños y el coste económico de su reconstrucción. Una crónica de la Orden, publicada en Madrid, en 1748, recuerda favorablemente el papel de Carlos II como sexto administrador de la Orden de Calatrava, función desempeñada por los monarcas españoles desde que Carlos I asumiera en 1523 su importante control económico y político (2). Para el autor de dicha relación histórica, Carlos II, pese a tener un "reinado con bastantes turbaciones, que agitaron el reino, y labraron su espíritu", supo desempeñarse bastante bien como administrador pues "celoso en la Religión, constante en la piedad, y amante de la justicia" la gobernó con "la mayor escrupulosidad". Entre sus medidas se cuentan la confirmación del fuero de los caballeros y su mediación en los conflictos jurisdiccionales con otras entidades eclesiásticas.



Fotografías del desaparecido convento tomadas del artículo de Huidobro Serna (1942)

  Este documento, aparte de interesar para el análisis de las estrechas relaciones de patronazgo entre la monarquía y las ordenes militares o la reacción de las autoridades ante un gran incendio, nos permite dar a conocer un hecho que ha permanecido inédito en la historia de este convento, cuya trayectoria nos es hoy casi desconocida sin ningún estudio monográfico salvo el ya añejo artículo del prolífico erudito Luciano Huidobro Serna publicado en 1943 (3). Refiere este autor que esta fundación monástica, que ostenta el honor de ser el primer monasterio de monjas calatravas de esta Orden, conoció a principios del siglo XIII una primera ubicación en las tierras de Villadiego, en concreto, en Los Barrios de San Felices de Amaya. En las décadas finales del siglo XVI fue trasladado a Burgos hasta establecerse definitivamente en el barrio de la Vega donde permaneció con una existencia discreta hasta las primeras décadas del siglo XX cuando fue derruido debido a "las exigencias de la urbanización y necesidades de viviendas nuevas impuestas por el gran desarrollo que las vías de comunicación han proporcionado a esta capital". Dicho artículo proporciona asimismo dos fotografías del "Photo Club" de la fachada y del interior del templo del convento. Podemos apreciar, sobre todo, por la fachada el aura de recogimiento y sencillez de esta clausura que se trasladaba a sus elementos arquitectónicos.

"Portada" del informe ocular del corregidor sobre el incendio del convento de San Felices protocolizado en la escribanía de Agustín Pando y Villar. Septiembre de 1698.
  El 20 de septiembre, una carta escrita por D. Juan del Corral, secretario del Consejo de Ordenes, instaba al corregidor de Burgos, Francisco Manuel y Mesía, conde de Santa Cruz de los Manueles, a "saber con toda distinción, que daño causó el incendio que hubo la noche del día nueve de este mes en el convento de San Felices de religiosas de Calatrava de esa ciudad" y le encargaba "se sirva hacer reconocimiento de ello, y avisarmelo para ponerlo en la noticia del Consejo". Recibida la carta seis días después, el corregidor procedió, para contar con asesoramiento técnico en dicha tarea, a requerir los servicios de dos experimentados "maestros de obras" (una suerte de arquitecto y jefe de construcción de la época). Fueron elegidos para este cometido Bernabe de Hazas, natural de Cantabria y en aquel entonces "maestro mayor de obras y veedor general de las de este Arzobispado", así como Nicolás de Foncea, "maestro asimismo de obras y de las del deán y cabildo de la Santa Iglesia Metrópolitana de ella" con el fin de que "también viesen y reconociesen el daño que causó dicho incendio y lo declarasen, con toda distinción". Los dos, todo dicho, de avanzada edad para la época. Cumplidos los preliminares, la mañana del 28 de septiembre, el corregidor, acompañado por el escribano y los dos maestros de obras, procedió tras entrar a la clausura del convento por la "puerta seglar" a la inspección ocular. En su informe recoge que en compañía de los constructores accedió y valoró por "los tránsitos altos y tejados" la magnitud de los daños causados dejando testimonio de que
"el fuego y incendio había abrasado y quemado todo el tejado que cubría el cuarto nuevo que mira al septentrión por la parte interior que mira al claustro y todas las divisiones y atajos que hay debajo de él para el servicio de las religiosas que tienen sus celdas debajo; y todo el tejado que cubría la media naranja y cúpula de la iglesia abrasando todos los tirantes, soleras y postes dejando los que quedaron en pie que son muy pocos tan penetrados del fuego que no pueden servir en el edificio. Y así por lo referido como por otros sitios y paredes por donde se reconoce anduvo el fuego y tocó se da a entender haber sido dicho fuego muy fuerte y voraz y ser mucho daño que de él se originó"
 La magnitud del incendio, que había afectado hasta el extremo de dejar para el derribo la cubierta y parte de la estructura de la iglesia y estancias domésticas de las religiosas, se veía agravada por las intensas lluvias de los últimos días forzando a una solución lo más pronta posible. Los dos "maestros de obras" que habían acompañado al corregidor en su visita al convento también dejaron testimonio de su valoración incluyendo en la misma además una primera propuesta de presupuesto para iniciar la reconstrucción. En su declaración, Bernabe de Hazas y Nicolás de Foncea especificaban que
"reconocido los sitios en que en dicho Real Convento había habido el incendio y quema la noche del día referido, el cual quemó y abrasó todos los tejados que caen encima de la iglesia que mira a la parte de septentrión y claustro, capillas y media naranja, y el ángulo de dicho claustro que cae arrimado a dicha iglesia y parte del poniente se quemaron cinco celdas con sus divisiones, y un cuarto que servía de cocina para toda la comunidad y lo demás que quedo en dicho cuarto se rompió y toda la teja, y mucha tabla y maderas: suelos desenladrillados y yeso [...]"
  La particular referencia a los intensos daños en la cocina, que contaba con un suelo a base de ladrillos, junto con la propuesta posterior de mover dicha estancia a una nueva localización situada en la "huerta", aislada del resto de edificios, construida esta vez a base de materiales ignífugos (alzado de piedra y ladrillo, suelo empedrado) y, por tanto, más segura, nos hace pensar que el fuego pudo haberse iniciado allí debido quizás a una chispa traslada del hogar o chimenea al tejado. Aunque los maestros de obras no precisan exactamente el origen del fuego, su testimonio no deja lugar a dudas: "En lugar de la cocina que se quemó en los cuartos altos junto al tejado es necesario hacer otra nueva en parte y sitio retirado y seguro a nuestro entender el más seguro será en la huerta; haciéndola nueva de planta. Y hasta el primer alto de piedra con su cañón de ladrillo y tejado a dos aguas y empedrada, dando la puerta por la parte interior, por cuanto en la parte de arriba donde estaba antes es sitio muy peligroso y expuesto a otro incendio por la cercanía de los tejados y ser dicha cocina de uso muy frecuente de la comunidad...". De paso, reconocían el papel protagonista que la estancia de la cocina tenía en la vida diaria de las religiosas.

  Veamos ahora el detallado presupuesto presentado para la reconstrucción del convento.

Presupuesto para la reconstrucción del Real Convento de San Felices elaborado por los maestros de obra Bernabe de Azas y Nicolás de Foncea. Burgos, 28 de septiembre de 1698.
Listado de los materiales y obras precisas
Coste
“Primeramente son necesarios noventa machones de marco de largo de diez y ocho pies, cuarta y sesma de grueso...”
810 reales
“Diez vigas de veinte y dos pies de largo, cuarta y sesma de grueso...”
120 reales
“Cuatro vigas de largo de veinte y ocho pies, cuarta y tercia de grueso...”
168 reales
“Doscientos y cincuenta catorzales...”
312 reales
“Doscientos y cincuenta sesenes de tabla de chilla...”
500 reales
“Cuarenta y cuatro tapias de tabique: las treinta de grueso de machón, y las catorce de catorzal, todas cerradas de madera y yeso y sus lanillas...”
1.620 reales
“Treinta cuartones...”
150 reales
“Diez arrobas de todo género de clavos...”
250 reales
“Las citaras de ladrillo que se quemaron...”
600 reales
“Doce mil tejas...”
1.450 reales
“Cal y arena para el retejo y brocales...”
200 reales
“De los suelos que sean de echar el yeso...”
826 reales
“Seis puertas para la seis celdas que se quemaron sus herrajes y cerraduras...”
144 reales
“Puerta de la sacristía que se hizo pedazos con dicha quema...”
100 reales
“En lugar de la cocina que se quemó en los cuartos altos junto al tejado es necesario hacer otra nueva en parte y sitio retirado y seguro a nuestro entender el más seguro será en la huerta; haciéndola nueva de planta. Y hasta el primer alto de piedra con su cañón de ladrillo y tejado a dos aguas y empedrada, dando la puerta por la parte interior, por cuanto en la parte de arriba donde estaba antes es sitio muy peligroso y expuesto a otro incendio por la cercanía de los tejados y ser dicha cocina de uso muy frecuente de la comunidad...”
3.000 reales
“Sacar la tierra y broza...”
300 reales
“Tendrá el coste de madera labrada y dorada del monumento que se quemó...”
2.500 reales
“Las vidrieras y redes...”
200 reales
“La manufactura de dicha obra...”
2.000 reales
TOTAL
15.250 reales

  El coste total de la reconstrucción se cifraba en unos 15.000 reales de vellón, importante cantidad de la que la mano de obra costaba 2.000 reales siendo el resto del gasto correspondiente a los materiales de construcción. Entre éstos últimos, sobresale, por su coste, la edificación de una nueva cocina, tasada en 3.000 reales. El resto de materiales nos permite conocer los interiores de una fundación monástica burgalesa en el Seiscientos, con excepción de los muros de piedra que al parecer no se vieron afectados por el fuego. El presupuesto recoge la adquisición de noventa machones -unos pilares de madera apenas trabajados utilizados para sustentar la estructura- con una altura de dieciocho pies (unos cinco metros). Siguen después las vigas de madera para el tejado, diez vigas de veintidós pies de largo (unos seis metros) más cuatro vigas de veintiocho pies (casi ocho metros). Encontramos luego la adquisición de doscientos cincuenta "catorzales", un elemento constructivo de madera para sujetar las vigas de tejado. Después se recomendaba la adquisición de un buen número de tablas por unos quinientos reales, presuponemos para cubrir el tejado. Una vez cubiertas las necesidades de material para la obra del tejado, se recogía lo necesario para la obra de las paredes interiores afectadas por el fuego, construidas según parece por tabiques o una "pared delgada -definía la primera edición del Diccionario de la Lengua Castellana (4)- que se hace de cascotes, u ladrillo, o adobes puestos al canto, trabajados con yeso. Comúnmente sirve para la división de los cuartos, o aposentos de las casas". Por lo visto, la carcasa de los interiores de un convento no se diferenciaba en esencia de una vivienda particular salvo por su distribución en celdas. El presupuesto, por su parte, recogía palabras parecidas pero desde un sentido comercial: "Cuarenta y cuatro tapias de tabique: las treinta de grueso de machón, y las catorce de catorzal, todas cerradas de madera y yeso y sus lanillas".

  Por el momento, nada sabemos de la reconstrucción posterior, en que condiciones realizó y si el Consejo de Ordenes proporcionó algún tipo de ayuda económica. Sólo una búsqueda mas exhaustiva en la documentación notarial y también religiosa existente en el Archivo Histórico Nacional nos podrían dar alguna pista. Contentémonos por ahora con las palabras que D. Juan de Cuesta dirigió al corregidor burgalés agradeciéndole sus servicios y que cierran este informe: "Señor mío: He recibido la carta de V.S. de 6 de corriente con la consulta y autos en que informa V.S. del daño que causó el incendio en el Convento de los Religiosos de Calatrava de esa ciudad que he puesto en noticia del Consejo, y queda con toda gratitud al cuidado de V.S. y yo muy a su disposición con todo afecto para cuanto sea del agrado de V.S. que guarde Dios muchos años. Madrid, 14 de octubre de 1698".

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(1) A.H.P.B. P.N. 6550, 28 de septiembre de 1698, ff. 438-452.

(2) Difiniciones de la Orden y Caballería de Calatrava, conforme al capítulo general, celebrado en Madrid, año de M.DC.LII / Segunda impresión hecha de orden de su Majestad, Madrid, en la imprenta del Mercurio, 1748, p. C.

(3) Luciano HUIDOBRO SERNA, Convento de religiosas de San Felices, orden de Calatrava en Burgos, Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Burgos, 2º trimestre, 79 (1942), p. 45-49.

(4) Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana, en que se explica su verdadero sentido de las voces, su naturaleza, y calidad, con las frases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua, tomo VI, En Madrid: Por los herederos de Francisco del Hierro, 1739, p. 204.

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